Jean-Guihen Queyras y Alexandre Tharaud ponen su talento al servicio de una velada íntima y libre.
Solemos relacionar al Auditorio Nacional con su gran sala de conciertos, esa de las lámparas modernas con estructuras tubulares y el graderío que envuelve por completo a los intérpretes. Pero a veces se nos olvida que en el coliseo de Príncipe de Vergara la magia queda en parte reservada justo para su espacio más íntimo, la sala de cámara. Aquí la música camerística se encuentra cómoda, no siente la frialdad de un escenario demasiado grande y puede sentir el calor de un público que sabe a lo que viene. Mañana martes un dúo francés será el que llene de color la tarde a través de la música de tres siglos.
Jean-Guihen Queyras es un hombre al que le gusta venir a Madrid, o al menos se ha aficionado a visitarnos en los últimos tiempos. El exquisito violonchelista estuvo hace poco en nuestra ciudad acompañando a otro maravilloso instrumentista: el flautista Emmanuel Pahud. En esta ocasión viene con un pianista imaginativo, su compatriota francés Alexandre Tharaud. Ambos conforman una pareja versátil que se entiende con solo mirarse y que comparte una visión abierta de la música. Si bien Queyras es un instrumentista capaz de viajar a través de la Historia de la Música con solvencia sin flaquear, no es menos Tharaud. El pianista tiene una capacidad envidiable de interpretar con igual gusto el repertorio barroco y el contemporáneo.
Para este concierto, se han centrado en un repertorio con mucho regusto germánico y que arranca con la mejor de las firmas, la de Bach. Del alemán intepretarán la ‘Sonata en re mayor para viola da gamba y clave’. Después, darán un salto a través de los siglos para llegar a la Segunda Escuela de Viena de la mano de Alban Berg, jugar con los límites de la decadencia de Shostakóvich y recrearse en la monumentalidad de Brahms. Una tarde de música variada y elegante.